
La erótica del liderazgo ¿Para qué narices quieres liderar?
Resulta fascinante observar como un concepto tan manido y trasnochado como el liderazgo, cuenta cada día con más adeptos y despierta un continuo interés entre tantos millones de personas, desde hace siglos.
Una de las principales razones detrás de ese incesante interés por el liderazgo radica en el hecho de que muchos asocian el liderazgo con el éxito personal. En la mente de muchos millones de personas, ser reconocido como un líder por sus familiares, vecinos o compañeros de trabajo es la vía para gozar de un mayor estatus económico y social.
Es lo que podemos llamar “la erótica del liderazgo”. La sensación de placer que experimentan algunos cuando gozan de un gran poder.
Y es que, ya desde pequeños nos inculcan la idea de que un líder es la imagen del triunfo y la realización personal. El líder, con su sabiduría y grandeza, es ese faro que guía a los que están perdidos. Es el oráculo que posee respuesta a todas las preguntas. Es el icono que ejemplifica el éxito en toda su dimensión. Y todo eso va asociado a una posición de poder.
El problema es que, esa obsesión por convertirse en “líderes” termina por conducir a muchos por un camino tortuoso, plagado de expectativas desmedidas, egos descontrolados y absurdos sacrificios personales que terminan por pasarles una tremenda factura, tanto a ellos, como a los que les rodean.
En su afán por alcanzar ese nirvana al que asocian el liderazgo, muchos se enfocan en competir continuamente con los demás, comparándose con sus “rivales”, obsesionados por mostrarle a todo el mundo que ellos son el vivo ejemplo de la perfección. El líder al que todos deberían imitar.
Es fácil encontrar un gran número de líderes autoproclamados, que, en su miopía emocional y su anhelo incontrolable de poder, han perdido de vista el verdadero propósito del liderazgo. Las redes sociales han exacerbado todavía más este fenómeno, proporcionando una plataforma amplificada para que estos pseudolíderes alimenten su imagen de unicornio.
Es momento de liberarnos de las cadenas de una obsesión desmedida por el liderazgo y reevaluar esa absurda y falaz correlación entre liderazgo y éxito personal. El verdadero liderazgo consiste en crecer y hacer crecer a los demás. En construir conexiones emocionales genuinas, basadas en la confianza y el propósito común. Todo esto se construye desde la cercanía y la humildad, jamás desde la vanidad y el egoísmo.
El auténtico éxito de un líder no consiste en acumular poder o en gozar de un estatus superior en la jerarquía empresarial o social, sino en ser recordado por siempre como alguien que, con sus virtudes, y sus defectos, con sus tropiezos y sus aciertos, contribuyó a hacer del mundo un lugar mejor.
Así que, si tú también te sientes atraído por el liderazgo, te invito a que te preguntes ¿Para qué narices quiero convertirme en líder?
¿Hora de reflexionar?