Cuando empiezas un negocio, lo haces ocupándote de todos los aspectos que lo conforman, principalmente porque en una primera fase es poca la cadencia de obligaciones. Llegas a hacer las veces de administrador, comercial, compras, gerencia, operario, etc, porque crees en ese momento que lo tienes todo controlado, por ahorrar costes o seguramente por no saber delegar.

El problema viene cuando te empiezas a ver desbordado, cuando empiezas a no cumplir con los compromisos adquiridos, en definitiva, empiezas a dar un mal servicio. Saber delegar es saber escuchar, es empezar a no creerte el centro del universo y no todo el mundo está preparado para eso.

El punto de no retorno es cuando te das cuenta que necesitas ayuda y es tarde para ordenar todo lo que se te ha venido encima. Pon siempre tu negocio ante el espejo y la crítica de terceros, eso te ayudará a saber cuándo necesitas refuerzos o algún tipo de cobertura. Estar dispuesto a aceptar una crítica de un tercero es hacer un ejercicio de responsabilidad, ellos no le aplican el romanticismo que le pones tú, ellos te van a decir lo que necesitas te guste o no te guste lo que escuches. Zapatero a tus zapatos, deja a cada uno hacer lo que mejor sabe, incluido tu.

Puedes ser un buen operario, pero un mal gestor y viceversa. La señal más clara de que te está superando el trabajo, es cuando dejas de disfrutar de él. Tu empresa, la cual nació para cumplir sueños, se puede convertir en la peor de tus pesadillas si no tienes la capacidad de autocontrol para levantar la mano cuando necesites ayuda.

Al igual que no existe límite en el éxito cuando uno sube y sube, tampoco existe límite en el fondo cuando uno cae en un pozo. Los cambios de dinámicas no surgen si no los provocas y para eso el anticiparse a un fin de ciclo es tan importante en un negocio como el día.

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