
Ahora más que nunca, ni un paso atrás.
Es complejo aislarse de los acontecimientos que estamos viviendo, en gran parte, tildados como atroces retrocesos de los derechos humanos más básicos. Por eso, en estos días, he sentido que rozaba un cierto “hiriente lujo” al seguir trabajando en el dicurso sobre crecimiento sostenible, salud y bienestar. “Qué banalidad”, pensé. “¿Cómo puedo yo estar tratando estos temas cuando nuestra realidad más inmediata nos lleva a la peor pesadilla nunca imaginada?”. Sin embargo, y tras reflexionarlo, he llegado a varias conclusiones que quiero compartir en este espacio. La primera, es que ahora más que nunca, cuando no se puede caer en la desazón, ni mucho menos, en la incredulidad. Debemos adherirnos con férrea voluntad a nuestros valores, defendiendo con ahínco nuestro estado de bienestar, concepto que consolida nuestra identidad, certeza de un logro político y social que aúna a todos los europeos.
Nuestros avances no son sujeto de dudas. No podemos dejar que entren grietas en sociedades maduras como la nuestra que está justo forjando un cambio de paradigma productivo, donde poco a poco, se va consolidando una conciencia productiva sostenible basada en valores inclusivos e igualitarios. Y, es justo por eso, que se nos hace tan cuesta arriba lidiar con la actual situación en Ucrania, porque combinar ambos diálogos, bélico vs pacifista, es una encrucijada difícil de sostener.
Esta convulsión presente en la que estamos sumergidos no puede entrar en guerra con los avances sociales, ni con las transformaciones empresariales porque si hay algo que hemos sacado en positivo de la pandemia es justo un firme compromiso con la salud y el bienestar de la personas, que no es otra cosa que la plena integración de los derechos humanos. Ahora, somos más conscientes que nunca del propósito que ejercen las empresas en nuestras sociedades porque hemos adquirido una mayor sensibilidad entorno a la importancia de integrar la pluralidad humana como eje del crecimiento sostenible, la diversidad como una inyección de riqueza en sí misma.
Ante esta compleja actualidad, y habiendo sido el 8M recientemente, la segunda reflexión es que se me antoja inexcusable admitir el todavía eterno debate en torno a los derechos de la mujer. En una sociedad como la nuestra ya NO cabe seguir debatiendo tal obviedad. Y ojo aquí que uso el verbo “debatir” porque la realidad es que en nuestra sociedad sigue teniendo asesinatos por violencia de género.
En el siglo que vivimos, verdaderamente me parece absurdo trabajar en códigos binarios. Es cansino. Es torpe. Y sobre todo, es poco inteligente porque va contra la recuperación que buena falta nos hace y, sobre todo, va contra natura que es todavía aún peor.
Ahora, con la guerra – sí, suena mal, muy mal, pero se llama así, guerra – algo que parecía tan lejano a nuestras realidades, debe hacernos reflexionar profundamente. No tenemos tiempo ni ánimo para seguir pujando que lo que verdaderamente importa son las capacidades, no quién hay detrás.
El cuerpo biológico que siempre ha sido campo de lo político, es el primer instrumento al alcance del hombre. Es el escenario donde se alberga el paso de la historia, de los cambios sociales, recogedor de religión, de la raza, de la edad, de la cultura y, cómo no, del género. Lo que Simone de Beavoir nombra como “una no nace mujer sino se hace”.
Pero, justo es esto lo qué me lleva a la tercera conclusión, en las sociedades de la información, se da por hecho que todos podemos autocuidarnos y, sin embargo, si partimos de la base que el cuerpo alberga construcciones sociales y culturales que determinan la biología no todos podemos cuidarnos del mismo modo. Son muchos los que siguen haciendo la guerra contra la naturaleza más sencilla que es la diferencia como virtud. Por tanto, y por eso mi constante reiteración, sobre la gran aportación de valor de lo privado en materia de salud. Ya no que decir que la productividad está íntimamente ligada a la salud, incluida la mental, de las personas. Este es el gran eje de la Cultura del Cuidado. Como todos podemos en nuestros entornos laborales luchar en el campo de batalla de la igualdad. Cada uno de nosotros como agentes del cambio.
A modo de conclusión, quiero entender que las circunstancias adversas trabajan siempre nuestra resiliencia, petrifican nuestros derechos, aúnan a bien nuestra fortaleza, obvian divisiones absurdas que no obedecen más que antiguas conclaves binarios que no nos llevan a ninguna parte.
Por favor, dejemos de hacernos la guerra, seamos consecuentes con nuestra propia naturaleza que si se hizo plural es por algo. Ya toca, de verdad.
Ahora más que nunca, hagamos la paz porque verdaderamente no cabe ni un solo paso atrás.
Finalmente, como mujer, madre y profesional europea, a todo el pueblo de Ucrania, en especial, a los niños y mujeres, no os quito de la cabeza. Mi corazón está con vosotros. Y si me permitís, voy a seguir luchando por la igualdad y por los derechos humanos todos los días.
Sinceramente, lo siento mucho.